lunes, 29 de abril de 2013

PREMIOS DÍA DEL LIBRO

PREMIOS DÍA DEL LIBRO

"Mi Primer Recuerdo"

Mi primer recuerdo es mi primer peluche. Fue un osito. Con el que yo durante mucho tiempo dormía y a quién más quería de mis peluches y muñecas. Yo no me imaginaba un mundo sin él, porque desde muy pequeña yo estaba con él y le llevaba a todas partes dónde iba. Él conocía y sabía todos mis secretos y todo sobre mí. Él me acompañó en los malos y los buenos momentos. En la muñeca tenía un botón, y al pulsarlo sonaba una melodía muy bonita con la que, yo cuando estaba enfadada, llorando o tenía que dormir siempre me dormía. Su melodía era tan bonita que casi siempre la escuchaba, esa melodía siempre me calmaba. Era mi mejor amigo y además para mí era como un hermano. Pero después cuando ya crecí, me dejó de gustar mi osito y lo regalé a una niña que provenía de una familia muy pobre y ella lo cuidaba mucho, como yo de pequeña. a partir de ese tiempo yo jugaba todo el rato con muñecas y mis otros peluches. Ellos fueron mis mejores amigos. pero ahora esas muñecas y esos peluches los tienen mis pequeñas primas que los cuidan muy bien.

Solomiya  Havryshko E1B



El verano del 2004 viajaba yo hacía una casita en el campo, en compañía de mis padres y abuelos. Cuando llegué me senté en el porche y vi a mi abuela que se sentó a mi lado y me dijó con voz dulce y tierna:
-Tengo algo que contarte, pequeña. Pero no se lo puedes decir a nadie porque es un secreto.
 Me puse cómoda para ponerle  la atención al secreto que quería contarme mi abuela. Empezó diciendo:
"Cuando era niña conocí a Dafne en el mercado. Dafne era una buena niña, alta, guapa, seguira, y a veces intranquila y triste; siempre iba acompañada por una cajita de madera. Dafne decía que dentro de la caja se guardaban almas negras y que si se abría algo malo pasaría. Pasados unos años, Dafne enfermó y me dio la caja para que yo la custodiara ..."
Mientras mi abuela contaba la historia, se iba haciendo cada vez más tarde...
Desde aquél verano y toso los siguientes, mi abuela me contaba cada vez más anécdotas que vivía con Dafne y aventuras que paso junto a la caja. El verano de 2006 mi abuela falleció y antes de morir me dijo donde se encontraba escondida la caja y que la llave la tendría que buscar yo...


Nuria Calderón E2B


Aún siento bajo mi piel el calor que sentía cuando estaba en casa. Si, allí estaba mi perro, Dólar, que hará casi tres años que en paz descansa. Mi abuela, sentada en su silla, al lado de la terraza, miraba la televisión sin ganas.Mi abuelo, sentado en el sofá del salón, vislumbraba a la pareja, en este caso mis padres, que acababan de irse. yo ya tenía entre mis manos una fina manta de colores vivos con la que solíamos taparnos en el sofá los días fríos.
Mi abuelo, amodorrado en el sofá, me vio aparecer con la manta atada al cuello, como si fuera una capa y me sonrió. Fue entonces cuando mi abuela me vio y me dijo: "Quítate eso de ahí, no sirve para jugar" con una sonrisa en la cara, aunque mostrando dureza.
Vi a Dólar aparecer por el pasillo, y la idea más loca se me pasó por la cabeza. Mi abuela ya estaba cansada de mirar la televisión, y mi abuelo entrecerraba los ojos de cansancio, cuando ambos, con miradas inquisitivas, vieron cómo yo me divertía poniendo la manta sobre el lomo de mi perro. Riéndose a carcajada limpia, me mostraron que la jugarreta era divertida, solo porque uno de los extremos de la manta, caía con delicadeza sobre la frente del perro, tapando sus ojos al completo. Se reían sobretodo por la forma de caminar de Dólar, que ciego completamente por la manta, daba vueltas sobre si mismo e intentaba caminar. Luego, con más descaro y aún más burla, levantaba  la pata delantera hacia la manta, intentando tirarla al suelo sin resultados complacientes.
Quizá no sea del todo mi primer recuerdo, pero es con el que más cariño y afecto recuerdo. veo la sonrisa de mis dos abuelos, cuando yo era apenas un niño de cinco años, y cómo reírse por una trastada mía. Hacer feliz a los abuelos... sí llega hasta mi cerebro, mi alma y mi corazón.


Rubén Martínez Bretón
E3A

Risas, luchas, gritos, bromas, llantos. Mire donde mire en mi pasado siempre ha estado él.
Somos como Don Quijote y Sancho Panza, una loca que no es consciente del peligro y la voz de la razón, siempre alerta, cuidándome.
Dicen que Don Quijote es el protagonista de la historia, pero os aseguro que si no hubiera estado Sancho Panza este se habría matado atragantándose con una oliva o chocándose con un árbol.
Como ya he dicho, yo, soy Don Quijote y si no fura por él, mi hermano, mi querido Sancho Panza, ya me habría roto la cabeza contra un árbol.
Así que esto no es el relato de mi primer recuerdo, es el relato de todos los recuerdos. Si supieras la de veces que me he sentido viva gracias a ti.
A mi Sancho.
Con mucho cariño,
Rocio

Rocio Osorno 
E4B


"Ratones Ilustrados"




Una noche en un bar de Nueva York, donde nadie sabía nada, pero todo se sabía, un hombre solitario cruzó la puerta, la joven del vestido rojo le observó detenidamente. Pero el joven de su izquierda ni se inmutó. Pidió un whisky, una bebida típica a aquellas horas. La joven pareja mantenía una agradable conversación con el camarero, pero el hombre, solitario, no levantaba cabeza de su vaso. La joven entonces observó su cara e hizó un gesto extraño, parecía que ya le conocía. Incredula, bebió un poco y siguió en la conversación. Pero el hombre parecía que también conocía a la joven. Mientras pasdaba esto el joven estaba tan borracho que el olor llegaba a las afueras del bar. El camarero, presencio unas miradas extrañas, y dejo al borracho con su conversación. Según entendió el camarero que no tenía un oído muy bueno, el hombre era un "amigo" de la infancia de la joven. La chica no era americana, pero el hombre parecía que sí. Al ver esta conversación el joven estableció una pelea con el hombre que salió perdiendo. La chica parecía poco feliz con el joven, pero le ayudó a levantarse. El camarero se sentó en una silla llena de polvo, cogió un vaso, lo lavó como pudo y ahí fue donde pasó sus últimas horas tras un disparo, en el bar que le había dado un techo y una comida durante cuarenta y cinco años. Un bar donde los recuerdos se vivían dos veces.

Jorge Fernández Viñambres
E2B

 UN CORAZÓN ROTO

Llevaba quince minutos caminando. La noche era fresca y sólo se había puesto una fina chaqueta encima. Decidió que lo mejor sería meterse en cualquier lugar donde no pasara frio, y lo encontró: un pequeño bar en la esquina de la plaza. Finalmente, la temperatura ganó la batalla y entró.

La iluminación cálida y los cuadros colgados en la pared, junto a los recuerdos que aquel sitio la traían, la llevaron al pasado de nuevo. Se sentó en la barra, alejada de las mesas familiares donde solía ir a comer con su familia; pidió un café y miró a su alrededor. Todo seguía como siempre, excepto la gente: ya no había la alegría de antes. Cuando le sirvieron el café decidió que su vista se paseara por el local, soñando con tiempos antiguos, recordando por qué se fue de allí, pero su vista se clavó en una persona. Misma sonrisa, mismos gestos... y misma mirada. El corazón le dio un vuelco, y él, mirándola fijamente, levantó una mano vacilante y saludó. Ella, en cambio, se fijó en la mujer y el bebé que tenía a su lado. Había tenido un hijo. Había rehecho su vida. Ella, en cambio, había continuado refugiándose en el pasado.

Sus padres no pudieron pagarle la universidad y ella se marchó a la ciudad en busca de un futuro mejor, esta fue una razón, pero la más importante, y que nadie sabía, era otra: aquel chico la rompió el corazón. Habían pasado muchos años, pero ella había seguido acordándose de todo lo que vivió en el pueblo, y, especialmente, de él.

Ahora que estaban de vacaciones decidió volver al pueblo donde la vieron crecer para pasar unos días, esperando que todo fuera igual y que su gran amor la estuviera esperando...

Pero por una simple casualidad, el motivo de su viaje se había vuelto una tontería, haciendo que no sirviera de nada, más que para volver al pasado otra vez y de nuevo, tener un corazón roto.

Sin despedirse, salió del bar cerrando la puerta tras de sí. Estaba ya en el coche cuando vio una sombra, se asustó, alguién llamó a la puerta, era él. Cerrando los ojos, pisó el acelerador, y huyó una vez más de aquel lugar. De su pasado.

Fátima de Arriba
E3A

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